Mentalidad colectiva: La clave de la competitividad de los proyectos Web3
En 1981, Shi Yongxin, de 16 años, ingresó en el casi olvidado Templo Shaolin. En ese momento, solo había 9 monjes en el templo, que luchaban por sobrevivir cultivando la tierra y dependiendo de las ofrendas. El punto de inflexión llegó un año después: el éxito de una película de artes marciales convirtió a este antiguo templo en el centro de atención del público de la noche a la mañana.
Shi Yongxin captó agudamente esta "dividendo mental". Aunque no es la persona que inventó el kung-fu o el arte marcial más fuerte, logró una posicionamiento de marca trascendental: la noción de que "el Templo Shaolin es equivalente al kung-fu chino" está profundamente grabada en la mente del público global.
En las siguientes décadas, sistematizó los textos clásicos de artes marciales, promovió la actuación en el ámbito internacional, llevó a cabo la difusión cultural y desarrolló la concesión comercial, partiendo de un lugar religioso, convirtiendo Shaolin en la entrada global al "conocimiento del kung fu". Más importante aún, este conocimiento no se limita a "influencia cultural", sino que finalmente se traduce en beneficios reales: